Hablar de comunicación con perspectiva de género no es solo parte de mi trabajo en Ideaphilos; es una convicción que se ha tejido en cada proyecto, cada experiencia y cada conversación donde he visto cómo las palabras —y también los silencios— construyen realidades.
La comunicación nunca ha sido neutral. Las palabras que elegimos, las imágenes que compartimos y las historias que contamos pueden abrir caminos o cerrar puertas. Pueden romper estereotipos o reforzarlos. Pueden ser cómplices de las desigualdades o sembrar las bases de un futuro más justo.
Actualmente más de una marca se suma a “la tendencia” de incorporar perspectiva de género en sus discursos, creando posteos durante fechas emblemáticas como el 8 de marzo, Día Internacional de las Mujeres; sin embargo, a nivel interno, ese discurso con perspectiva de género simplemente no existe o está sesgado.
Perspectiva de Género: El Impulso necesario
Como marca hay que entender que incorporar la perspectiva de género no es una moda, ni un gesto políticamente correcto; es una práctica ética que coloca a los derechos humanos al centro de cada mensaje y que, además, impulsa la competitividad, la innovación y la sostenibilidad de las empresas.
A lo largo de mi trayectoria como comunicadora, he visto cómo organizaciones y empresas no solo transforman su narrativa, sino también su cultura. He revisado el lenguaje, las imágenes y las narrativas que se difunden, asegurando que no reproduzcan estereotipos ni normalicen las brechas que, históricamente, han limitado a las mujeres y a las diversidades.
He acompañado procesos donde se abren espacios para nuevas voces, se cuestionan inercias y se entiende que la diversidad no es una cuota que se cumple, sino una riqueza que se construye día a día. Es por ello, que estos mensajes deben ser reales, alineados con los valores de la marca, y no forzados para cumplir una tendencia o ser “políticamente correctos”.
Ejemplos con Perspectiva de Género
Empresas como PepsiCo, Iberdrola México, Grupo Aeroportuario del Pacífico o Santander México han demostrado que cuando hay voluntad y acción, es posible romper patrones y construir entornos más justos.
Pero el camino aún es largo. En un país donde las mujeres siguen siendo minoría en los espacios de decisión, la comunicación corporativa tiene un rol decisivo y urgente.
Si eres parte de una empresa, hoy es un buen momento para hacerte estas preguntas:
- ¿El lenguaje que usamos incluye o excluye?
- ¿Las imágenes que compartimos refuerzan estereotipos o impulsan nuevas representaciones?
- ¿Nuestros silencios perpetúan las desigualdades o abren conversaciones necesarias?
Estas preguntas no solo deben hacerse para analizar la comunicación externa, también deben hacerse para la comunicación interna. La congruencia entre lo que se dice y lo que se hace es cada vez más valorada por los consumidores o clientes potenciales. Sí, la congruencia en el discurso y las acciones también genera valor.
¿Qué más podemos hacer?
La Agenda 2030 de la Organización de las Naciones Unidas, en su ODS 5, exige cambios estructurales en todos los niveles, y la comunicación es uno de los puntos de partida. Las empresas que comprenden esto entienden que sus mensajes tienen peso, que sus campañas pueden desafiar o reproducir prejuicios, y que sus prácticas comunicativas son tan importantes como sus políticas de contratación.
Hoy, más que nunca, las empresas tienen en sus manos la posibilidad de ser parte del cambio y construir un futuro mejor. Pero ese futuro no se crea solo con tecnología, innovación o crecimiento económico, sino con decisiones valientes, con mensajes que transforman y con empresas que entienden que cada palabra tiene el poder de abrir o cerrar mundos.
El futuro no será neutral: será justo o no será. Y la forma en que decidimos comunicar hoy, es el primer paso para que ese futuro exista.
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